Mi querido e incomprendido amigo el tatuaje

Sobre todo infravalorado por las generaciones que ahora rondan los cuarenta y cincuenta años (aunque pueden darse distintas opiniones en todos los grupos de edad) el tatuaje, no es más que un arte reconocido como tal desde hace relativamente pocos años.

En su historial se dan a conocer usos posteriores de este arte que no son aceptadas por todas las moralidades, desde luego no será la primera ni la última vez que escuche agresiones contra el tatuaje como: “ese tipo de adorno en la piel es propio de tribus africanas y por tanto, de analfabetos” aunque una de las razones que suelen aportar las personas en contra  son el parentesco que los tatuajes guardan con bandas callejeras y ex presidiarios.

En resumen, el que la sociedad quiere presionarnos a pensar es “si llevo un tatuaje, me convertiré en un -ladrón, asesino, violador-”  

Por supuesto, la decisión de hacerse un tatuaje no debe hacerse a la ligera, no debemos olvidar, que por mucho que existan tratamientos láser para eliminar los que ya no nos gusten, los tatuajes no deben elegirse de un día a otro, deben tomarse modelos que realmente gusten y que eso no cambie con el paso de los años. Desde luego, estoy en contra de los jóvenes en edad de crecimiento que, en su más tierna adolescencia decidan tatuarse, en la gran mayoría de los casos esos modelos elegidos dejan de gustar.

A partir de los años setenta y ochenta, el tatuaje pasó a ser reconocido como tal aunque ahora puede seguir tratándose como  una moda o plaga y no debemos dejar de luchar para conseguir que poco a poco pase a ser reconocido como lo que es, una forma de expresión del ser humano como otra cualquiera.